Félix Machuca es periodista, guionista de radio y televisión, y escritor. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y ha trabajado en las principales cabeceras periodísticas españolas: desde ABC hasta El País. En la radio pasó por RNE y la SER de la mano de Jesús Quintero, al que ayudó muchas noches, la mayoría, a subir a la colina de los locos de una radio tan distinta y creativa como la que salía de la factoría de Quintero. Ha escrito siete libros, entre ellos, Las edades de la ciudad y Padre nuestro que no estás en Sevilla. En 2016 publicó en Algaida El sueño del búho, novela histórica a la que siguió en 2019 la titulada Las caravanas de Hadriano y Los dioses han muerto en 2021, obras que componen la trilogía de los emperadores béticos. Este año se proclamó ganador del 54º Premio de Novela Ateneo de Sevilla con su última creación, Cuaresma de sangre. Puedes leer las primeras páginas de la novela aquí.
Tras la publicación de la trilogía de los emperadores béticos con Algaida Editores, vuelve a publicar con este sello y premiado por el Ateneo de Sevilla. ¿Qué supone para usted este reconocimiento?
La obligación de devolverle a Algaida la confianza que ha depositado en mí. Una de las cosas que más me impresionaron de la vida social, política y económica de Roma es el dicho “Yo te doy, tú me das”. Eso es lo que le debo a Algaida. Lo mucho que me dio cuando entendió la importancia literaria e histórica de una trilogía de los emperadores béticos. Estoy eternamente agradecido.
El tema central de la obra es la comunidad de africanos (muchos de ellos esclavos) en la Sevilla del siglo XVII, asunto sobre el cual apenas se conoce información. ¿A qué cree que se debe?
A la ignorancia, al desapego, a la atención que se presta a los temas más vulgares del noticiero cotidiano y a lo poco que nos interesa saber de nuestro pasado para conocernos mejor. Mire, le diré algo, en la universidad sevillana hay un departamento de Historia Antigua y otro de América. Ambos tienen una producción razonable de artículos científicos y de tesis doctorales. En muchas de ellas está eso que la gente no sabe, como, por ejemplo, que en la Sevilla del XVII la esclavitud era tan normal como en época de Trajano. Si hay que buscar responsabilidades en el desconocimiento de lo que somos y lo que fuimos, hay que apuntar directamente a la falta de interés. Nunca antes como hoy se tuvo más a mano publicaciones, ensayos y novelas sobre historia.
La trama se desarrolla en torno a la figura de Domingo Congo, alguacil de la comunidad negra, pero personajes como Ibulorena la Jolofa o Lorenzo tienen un peso fundamental en la historia. ¿Qué nos puede contar de cada uno de ellos?
Me va a permitir que no se lo cuente aquí. Pero le invito a que lo descubra en la novela. Porque, además de esos personajes, hay otros como Tomé el Guineo o una cautivadora aristócrata de la Sevilla más poderosa que está encantada con las galanterías, requiebro y amores que mantiene con Domingo Congo, pese a la enorme brecha social y económica que los separan. Tampoco es aconsejable olvidar la figura de un judío sabio y neoconverso, médico por más señas, que focaliza las tensiones raciales y étnicas que se daban en la época.
Es un experimentado escritor de novela histórica. ¿Fue complicada la labor de documentación de esta obra?
En absoluto. Tenía lo mejor de lo mejor donde elegir documentación. El esclavismo está muy estudiado y hay un libro capital del hispanista Hugh Thomas que lo abarca con una sinceridad y objetividad dignas de encomio. Quizás donde más dificultades encontré fue en dar con el vocabulario yoruba que pudieron emplear los negros protagonistas del libro. Lo conseguí gracias a diversos libros comprados en La Habana.
La Sevilla que describe en la novela muestra una riqueza cultural que llama mucho la atención. ¿De qué manera se relacionaban los judíos con la alta sociedad sevillana de la época? ¿Tenían los judíos también esclavos negros?
Esas relaciones las marcaban la posición social, la religión y el dinero. Como ha sido siempre. Claro que los judíos tuvieron esclavos negros. El que podía procurárselo lo hacía. Un esclavo, además de una herramienta de trabajo, era también una inversión, una especie de valor refugio. Si una crisis económica elevaba la carestía de la vida, los esclavos se revendían para buscar el dinero que hacía falta.
A lo largo de las páginas se desarrollan varias relaciones sentimentales que esconden oscuras intenciones. ¿Es Cuaresma de sangre una historia de amor, de venganza, de ambas o de ninguna de las dos?
Es una historia total. Esa al menos fue mi intención al escribirla. Es una historia documentada sobre hechos rigurosamente ciertos y que la literatura echa a volar con la trama central de la novela, que no es otra que el intento de desconexión de Andalucía de la Corona durante la independencia de Portugal y el intento secesionista de Cataluña. Pero, sobre todo, la novela es una novela negra, permítame el juego de palabras. Es una novela policial, si así se quiere ver, donde hay un asesino en serie vinculado a la rebelión de los aristócratas andaluces que se ceba con la comunidad negra sevillana.
La corrupción salpica las páginas de la novela. Muestra una Sevilla que comienza su inexorable decadencia. ¿Ve alguna similitud con la sociedad sevillana actual?
La corrupción, la doble moral, los juegos de intereses, las asociaciones benéficas salvando niños de la calle gracias a los ingresos de la trata, el deshonroso papel del Duque de Medinasidonia en la resolución de su caso ante Felipe IV… Más que una Sevilla decadente es una Sevilla indecente que hace repicar las campanas cuando la flota de Indias toca puerto y riega con su sangre mineral americana los circuitos económicos de una de las ciudades más poderosas de la época. La decadencia de la ciudad no se vislumbra aún. Pero es una ciudad, como era común en aquel tiempo, brutalmente dividida entre personas muy ricas y pobres muy pobres.
¿Por último, qué fue de esa rica comunidad africana con el paso de los siglos?
Fue desapareciendo poco a poco, conforme la ciudad perdió pujanza y el monopolio del comercio con Indias. De aquellos negros esclavos o manumitidos nos queda su rastro indeleble en la novela picaresca, en los cuadros barrocos que representan una de las fiestas más importantes de la ciudad por entonces, como el Corpus, y en esos apellidos que rezan Moreno, Prieto o Castaño que indican fielmente su ascendencia africana.
Fotografía del autor: Patricia Machuca
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